Prácticamente saltamos todos de los asientos cuando
tocó la campana, pero antes de que alguno de nosotros pudiésemos poner un pie
fuera de la clase, el profesor nos frenó en seco para anunciarnos algo.
—Permitidme que os robe un par de minutos
del recreo.
Ninguno de nosotros regresó a su asiento,
simplemente nos quedamos de pie esperando lo que tuviese que decirnos y así ser
libres durante media hora.
—Pasa, pasa...—dijo dirigiéndose a la
puerta y un chico apareció por ella—. Este es Liam Hawkins y estará a partir de
hoy con nosotros.
Ni una palabra, ni por parte de Liam ni de
ninguno de nosotros, así que el profesor concluyó y nos dejó salir.
—Espero que lo acojáis como se merece.
Adelante, podéis salir ya.
La gente despejó la clase, pero yo me
mantuve de pie ante aquel chico nuevo. Ambos nos examinamos mutuamente, en
silencio.
Era más alto que yo, tenía unos hombros anchos y un
cuerpo delgado y los bíceps se le marcaban bajo la chaqueta. Su cabello era lo
suficientemente largo para que algunos de sus mechones le cayesen por el rostro
y de un negro azabache que contrastaba con sus ojos azul marino y penetrantes. Se
podría decir que no había visto una belleza tan enigmática y seductora nunca,
pero no pensaba caer rendida tan solo porque fuese una cara bonita y un cuerpo
tonificado.
Ninguno sonrió, ninguno dijo nada, tan solo nos
miramos hasta que me rendí y me dirigí a la salida. De espaldas, bajo el marco
de la puerta, le solté un frío pero cordial recibimiento.
—Bienvenido al instituto Eastcoast.
Ya en el recreo me tumbé bajo la sombra de
un árbol, descansando de la tensión de las clases. Pude apreciar que apenas a
unos minutos de finalizar la media hora de descanso, el chico nuevo apareció,
tan callado y tan serio como había entrado en clase. Le observé mientras
caminaba por las pistas de baloncesto. Más de un chico se enfadó por meterse en
la pista en mitad de un partido, y acabó deteniéndose frente a la pista de
fútbol europeo donde se quedó admirando cómo los chicos se peleaban por el
balón con las manos metidas en sus bolsillos.
Tras observar unos minutos a los
jugadores, se acercó al lado del portero y le dijo unas cuantas cosas, seguido
de lo que parecían unas indicaciones. El portero pareció hacerle caso y cambió
de postura. De pronto el equipo contrario contraatacó y consiguió llegar a la
portería del guardameta que había hecho caso a Liam. Chutaron contra él y
sorprendentemente consiguió detener el balón. Incluso él pareció sorprenderse.
Conocía al portero, su nombre es Neuer
Resh y no era el mejor portero. Es decir, era algo torpe y lo escogían porque
no había más opciones. Le había visto jugar en más de una ocasión y nunca le
había visto pararse un balón con esa potencia. Aquel chico, Liam, le había dado
las instrucciones necesarias para poder pararlo. Los chicos de su equipo le
sonrieron y le golpearon la espalda a modo de felicitaciones. Mientras, Liam
seguía observando su juego.
El timbre sonó y poco a poco todo el mundo
fue entrando en el edificio. Casi cuando todos hubieron entrado, me levanté y
vi que el chico nuevo seguía allí plantado frente a la pista. Le observé hasta
que nos quedamos él y yo solos y cuando se giró y se encontró con mi mirada yo
entré en el edificio aparentando no haber visto nada.
La clase entera estaba hablando, de pie
junto a mesas de amigos o sentados en las suyas con el de al lado, pero cuando
el nuevo entró por la puerta el silencio se hizo audible. Todos se quedaron
mirándole mientras él pasaba por el pasillo que había formado entre las mesas
hasta llegar a la última fila. Después se desplomó sobre la mesa, donde ya
tenía su mochila y estaba a tan sólo dos sitios de mí. Nunca nadie antes se
había sentado en la última fila, siempre había estado yo sola allí. Algunas de
las chicas de la clase cuchicheaban mientras soltaban algunas risillas en su
dirección, pero él se conformó con poner los pies sobre la mesa e inclinar la
silla haciendo caso omiso a sus tonterías de ligue.
El profesor entró poco después y todos
tomaron asiento. Diez minutos antes de que acabase la clase de Historia nos dio
una novedosa noticia.
—He estado meditando algunas ideas y
viendo que esta asignatura la lleváis un poco floja, he decidido que deberéis
hacer un trabajo por parejas para subir la nota. Y para que estéis motivados y
cómodos haciendo el trabajo, podéis hacer vosotros mismos las parejas.
Mientras apuntaba algunas cosas en su
cuaderno, muchos de la clase se levantaron para hacer las parejas. Neuer, el
portero de antes, se acercó a mi mesa, gesto que me sorprendió.
—Andrea, ¿te gustaría ponerte conmigo para
el trabajo?
Esa petición me dejó algo desorientada ya
que nunca nadie me había propuesto ser su compañera. Miré de soslayo por un
momento al nuevo e hice mis cálculos. Si éramos pares, todos tendríamos pareja,
así que pensé que podría ponerme con él si me libraba de Neuer. No me caía mal,
en realidad era de los pocos que parecía sincero, pero no me apetecía hacer el
trabajo con él y desperdiciar la ocasión de conocer un poco más a Liam.
Una de las chicas —por no llamarle zorra—,
Ninna, se acercó a su mesa y se puso frente a él con una de sus poses cuando
quería ligar con alguno. Apoyada sobre la mesa dejando ver su escote.
—He visto que estás un poco solito y me
preguntaba si te pondrías conmigo para el trabajo de Historia—le sonrió con una
de sus falsas sonrisas.
—Lo siento, no me interesa—se negó sin
prestar atención a su zorreo.
Ninna frunció el ceño y se irguió dejando
ver lo enfadada que estaba por negarse.
—¿Quién te crees que eres para
rechazarme?—gritó y toda la atención se centró en ellos dos.
—Alguien a quien no le interesa una chica
que no deje nada a la imaginación.
La clase estalló en carcajadas y Ninna se
retiró volviendo a su sitio, furiosa. Jamás un chico se le había negado a sus
insinuaciones.
Volvió su cabeza hacia mí y ambos nos
miramos por un instante.
—Entonces, Andrea, ¿quieres?—Neuer me
devolvió a la realidad.
No me pondría con él, tenía interés por
saber más del nuevo.
—Me encantaría, pero no soy demasiado
buena en Historia—en realidad no lo era—, así que lo mejor es que te pongas con
alguien que te ayude a subir la nota y no te estorbe.
—No importa, es que me gustaría ponerme
contigo.
—Hazme caso, seré un estorbo para ti.
Lo dudó un segundo y pareció haberse
rendido.
—Está bien, como quieras...—dijo algo
decepcionado—. Otra vez será.
Sonreí ligera y amablemente y asentí con
la cabeza. Después, Neuer, buscó a otro compañero y se volvió a su asiento.
—¿Están las parejas ya?—preguntó el
profesor.
Ante la afirmativa general, todos se
sentaron y él cogió su lista y un lápiz.
—De acuerdo, pues idme diciendo las
parejas.
Uno a uno, fueron nombrando a su
correspondiente pareja hasta que sólo quedamos Liam y yo libres.
—Sólo quedan la señorita Lawrence y el
señor Hawkins, por lo que supongo que van juntos, ¿no?
Se nos quedó mirando a los dos.
—Sí, señor—respondió Liam.
—Perfecto, pues ya estáis todos.
Sonó el timbre.
—Tenéis una semana. Podéis coger el tema
que queráis de todos los dados en el curso. Buscad información y haced una
presentación. Deberéis exponerla en clase y deberá tener un mínimo de quince
minutos por persona—recogió sus cosas y antes de salir por la puerta nos deseó
un buen fin de semana—. Nos veremos el lunes.
Dos horas después ya éramos libres. Mientras recogía
mis cosas para irme a casa, Ninna se acercó a mi mesa.
—No creas que me has ganado—espetó y salió
furiosa por la puerta.
No pude reprimir una carcajada ante
aquellas palabras.
—Parece que te ha hecho gracia—escuché a
mi espalda.
Sentí su voz detrás de mí e inmediatamente
me callé.
—No he podido presentarme hoy
adecuadamente, soy Liam Hawkins. Encantado—me giré y me dio un par de besos en
las mejillas. Olía a jabón, era un olor embriagador y agradable—. Y tú eres
Andy, ¿verdad?
—En realidad es Andrea. Andrea Lawrence.
Me eché la mochila a los hombros y me
dirigí a la puerta con él detrás de mí. ¡Dios mío, era tan alto que casi
parecía mi guardaespaldas!
Salimos del edificio, juntos, pero sin
dirigirnos ninguna palabra. Muchas chicas se quedaban mirándole o
indiscretamente se giraban, le señalaban y se reían sonrojadas, era normal con
lo guapo que era. Cuando llegamos a la salida, me giré para despedirle.
—Entonces, ¿quedamos mañana?—me preguntó
antes de que pudiese decir algo.
—¿Para qué?—respondí con algo de
desinterés.
Sonrió y sentí que el corazón me dio un
vuelco. Jamás había visto algo tan bello como lo era él en ese momento.
—Para el trabajo.
—Es cierto...—lo medité un segundo—. ¿En
la biblioteca? Está abierta los sábados.
—De acuerdo, en la biblioteca a las diez.
Asentí.
—Entonces hasta mañana—se inclinó
levemente y me dio un suave beso en la mejilla, después sonrió.
—Hasta mañana...—dije en tono dudoso y
cada uno se fue por su lado.
Cuando llegué a casa lo primero que hice
fue mirar la fecha en el calendario de ese día tan extraño en mi vida. 31 de
abril. Jamás olvidaría esa fecha, no al menos después de lo sorprendente que
había sido.