domingo, 29 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 1:

 Prácticamente saltamos todos de los asientos cuando tocó la campana, pero antes de que alguno de nosotros pudiésemos poner un pie fuera de la clase, el profesor nos frenó en seco para anunciarnos algo.
—Permitidme que os robe un par de minutos del recreo.
Ninguno de nosotros regresó a su asiento, simplemente nos quedamos de pie esperando lo que tuviese que decirnos y así ser libres durante media hora.
—Pasa, pasa...—dijo dirigiéndose a la puerta y un chico apareció por ella—. Este es Liam Hawkins y estará a partir de hoy con nosotros.
Ni una palabra, ni por parte de Liam ni de ninguno de nosotros, así que el profesor concluyó y nos dejó salir.
—Espero que lo acojáis como se merece. Adelante, podéis salir ya.
La gente despejó la clase, pero yo me mantuve de pie ante aquel chico nuevo. Ambos nos examinamos mutuamente, en silencio.
Era más alto que yo, tenía unos hombros anchos y un cuerpo delgado y los bíceps se le marcaban bajo la chaqueta. Su cabello era lo suficientemente largo para que algunos de sus mechones le cayesen por el rostro y de un negro azabache que contrastaba con sus ojos azul marino y penetrantes. Se podría decir que no había visto una belleza tan enigmática y seductora nunca, pero no pensaba caer rendida tan solo porque fuese una cara bonita y un cuerpo tonificado.
Ninguno sonrió, ninguno dijo nada, tan solo nos miramos hasta que me rendí y me dirigí a la salida. De espaldas, bajo el marco de la puerta, le solté un frío pero cordial recibimiento.
—Bienvenido al instituto Eastcoast.
Ya en el recreo me tumbé bajo la sombra de un árbol, descansando de la tensión de las clases. Pude apreciar que apenas a unos minutos de finalizar la media hora de descanso, el chico nuevo apareció, tan callado y tan serio como había entrado en clase. Le observé mientras caminaba por las pistas de baloncesto. Más de un chico se enfadó por meterse en la pista en mitad de un partido, y acabó deteniéndose frente a la pista de fútbol europeo donde se quedó admirando cómo los chicos se peleaban por el balón con las manos metidas en sus bolsillos. 
Tras observar unos minutos a los jugadores, se acercó al lado del portero y le dijo unas cuantas cosas, seguido de lo que parecían unas indicaciones. El portero pareció hacerle caso y cambió de postura. De pronto el equipo contrario contraatacó y consiguió llegar a la portería del guardameta que había hecho caso a Liam. Chutaron contra él y sorprendentemente consiguió detener el balón. Incluso él pareció sorprenderse.
Conocía al portero, su nombre es Neuer Resh y no era el mejor portero. Es decir, era algo torpe y lo escogían porque no había más opciones. Le había visto jugar en más de una ocasión y nunca le había visto pararse un balón con esa potencia. Aquel chico, Liam, le había dado las instrucciones necesarias para poder pararlo. Los chicos de su equipo le sonrieron y le golpearon la espalda a modo de felicitaciones. Mientras, Liam seguía observando su juego.
El timbre sonó y poco a poco todo el mundo fue entrando en el edificio. Casi cuando todos hubieron entrado, me levanté y vi que el chico nuevo seguía allí plantado frente a la pista. Le observé hasta que nos quedamos él y yo solos y cuando se giró y se encontró con mi mirada yo entré en el edificio aparentando no haber visto nada.
La clase entera estaba hablando, de pie junto a mesas de amigos o sentados en las suyas con el de al lado, pero cuando el nuevo entró por la puerta el silencio se hizo audible. Todos se quedaron mirándole mientras él pasaba por el pasillo que había formado entre las mesas hasta llegar a la última fila. Después se desplomó sobre la mesa, donde ya tenía su mochila y estaba a tan sólo dos sitios de mí. Nunca nadie antes se había sentado en la última fila, siempre había estado yo sola allí. Algunas de las chicas de la clase cuchicheaban mientras soltaban algunas risillas en su dirección, pero él se conformó con poner los pies sobre la mesa e inclinar la silla haciendo caso omiso a sus tonterías de ligue.
El profesor entró poco después y todos tomaron asiento. Diez minutos antes de que acabase la clase de Historia nos dio una novedosa noticia.
—He estado meditando algunas ideas y viendo que esta asignatura la lleváis un poco floja, he decidido que deberéis hacer un trabajo por parejas para subir la nota. Y para que estéis motivados y cómodos haciendo el trabajo, podéis hacer vosotros mismos las parejas.
Mientras apuntaba algunas cosas en su cuaderno, muchos de la clase se levantaron para hacer las parejas. Neuer, el portero de antes, se acercó a mi mesa, gesto que me sorprendió.
—Andrea, ¿te gustaría ponerte conmigo para el trabajo?
Esa petición me dejó algo desorientada ya que nunca nadie me había propuesto ser su compañera. Miré de soslayo por un momento al nuevo e hice mis cálculos. Si éramos pares, todos tendríamos pareja, así que pensé que podría ponerme con él si me libraba de Neuer. No me caía mal, en realidad era de los pocos que parecía sincero, pero no me apetecía hacer el trabajo con él y desperdiciar la ocasión de conocer un poco más a Liam.
Una de las chicas —por no llamarle zorra—, Ninna, se acercó a su mesa y se puso frente a él con una de sus poses cuando quería ligar con alguno. Apoyada sobre la mesa dejando ver su escote.
—He visto que estás un poco solito y me preguntaba si te pondrías conmigo para el trabajo de Historia—le sonrió con una de sus falsas sonrisas.
—Lo siento, no me interesa—se negó sin prestar atención a su zorreo.
Ninna frunció el ceño y se irguió dejando ver lo enfadada que estaba por negarse.
—¿Quién te crees que eres para rechazarme?—gritó y toda la atención se centró en ellos dos.
—Alguien a quien no le interesa una chica que no deje nada a la imaginación.
La clase estalló en carcajadas y Ninna se retiró volviendo a su sitio, furiosa. Jamás un chico se le había negado a sus insinuaciones.
Volvió su cabeza hacia mí y ambos nos miramos por un instante.
—Entonces, Andrea, ¿quieres?—Neuer me devolvió a la realidad.
No me pondría con él, tenía interés por saber más del nuevo.
—Me encantaría, pero no soy demasiado buena en Historia—en realidad no lo era—, así que lo mejor es que te pongas con alguien que te ayude a subir la nota y no te estorbe.
—No importa, es que me gustaría ponerme contigo.
—Hazme caso, seré un estorbo para ti.
Lo dudó un segundo y pareció haberse rendido.
—Está bien, como quieras...—dijo algo decepcionado—. Otra vez será.
Sonreí ligera y amablemente y asentí con la cabeza. Después, Neuer, buscó a otro compañero y se volvió a su asiento.
—¿Están las parejas ya?—preguntó el profesor.
Ante la afirmativa general, todos se sentaron y él cogió su lista y un lápiz.
—De acuerdo, pues idme diciendo las parejas.
Uno a uno, fueron nombrando a su correspondiente pareja hasta que sólo quedamos Liam y yo libres.
—Sólo quedan la señorita Lawrence y el señor Hawkins, por lo que supongo que van juntos, ¿no?
Se nos quedó mirando a los dos.
—Sí, señor—respondió Liam.
—Perfecto, pues ya estáis todos.
Sonó el timbre.
—Tenéis una semana. Podéis coger el tema que queráis de todos los dados en el curso. Buscad información y haced una presentación. Deberéis exponerla en clase y deberá tener un mínimo de quince minutos por persona—recogió sus cosas y antes de salir por la puerta nos deseó un buen fin de semana—. Nos veremos el lunes.
Dos horas después ya éramos libres. Mientras recogía mis cosas para irme a casa, Ninna se acercó a mi mesa.
—No creas que me has ganado—espetó y salió furiosa por la puerta.
No pude reprimir una carcajada ante aquellas palabras.
—Parece que te ha hecho gracia—escuché a mi espalda.
Sentí su voz detrás de mí e inmediatamente me callé.
—No he podido presentarme hoy adecuadamente, soy Liam Hawkins. Encantado—me giré y me dio un par de besos en las mejillas. Olía a jabón, era un olor embriagador y agradable—. Y tú eres Andy, ¿verdad?
—En realidad es Andrea. Andrea Lawrence.
Me eché la mochila a los hombros y me dirigí a la puerta con él detrás de mí. ¡Dios mío, era tan alto que casi parecía mi guardaespaldas!
Salimos del edificio, juntos, pero sin dirigirnos ninguna palabra. Muchas chicas se quedaban mirándole o indiscretamente se giraban, le señalaban y se reían sonrojadas, era normal con lo guapo que era. Cuando llegamos a la salida, me giré para despedirle.
—Entonces, ¿quedamos mañana?—me preguntó antes de que pudiese decir algo.
—¿Para qué?—respondí con algo de desinterés.
Sonrió y sentí que el corazón me dio un vuelco. Jamás había visto algo tan bello como lo era él en ese momento.
—Para el trabajo.
—Es cierto...—lo medité un segundo—. ¿En la biblioteca? Está abierta los sábados.
—De acuerdo, en la biblioteca a las diez.
Asentí.
—Entonces hasta mañana—se inclinó levemente y me dio un suave beso en la mejilla, después sonrió.
—Hasta mañana...—dije en tono dudoso y cada uno se fue por su lado.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue mirar la fecha en el calendario de ese día tan extraño en mi vida. 31 de abril. Jamás olvidaría esa fecha, no al menos después de lo sorprendente que había sido.